Ángel Solano

(Tultepec, Estado de México, 1982).

Es Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte (2018). Estudió la Maestría en Artes Visuales con orientación en Pintura en la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM. Es Licenciado en Artes Plásticas y Visuales por la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado (ENPEG), “La Esmeralda” del INBA. Estudió el diplomado en Tanatología en la Asociación Mexicana de Tanatología y pintura con los maestros Luis Nishizawa, Benjamín Domínguez, Patricia Soriano y Javier Anzures. Su obra se fundamenta, en temas relacionados con el sufrimiento humano como la enfermedad, la violencia, la muerte, lo popular y la fiesta vinculada con la tragedia. Ha participado en diversas bienales y exposiciones. Su trabajo artístico se ha mostrado en espacios culturales de países como Francia, Italia, Guatemala y México; entre ellos la Universidad Sophia-Antipolis de Niza, el Instituto Cultural de México en París, la Fundación Giorgio Cini en Venecia, el Museo Tamayo y el Centro Nacional de las Artes en la Ciudad de México. Fue becario del Fondo para la Cultura y las Artes del Estado de México (FOCAEM), en tres ocasiones (2009, 2012, 2013) y becario del programa Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) (2015-2016) en la disciplina de pintura. Fue docente de la ENPEG, “La Esmeralda” (2014-2015), donde también ha impartido cursos y talleres así como en la Universidad Autónoma Metropolitana campus Xochimilco. Fue tutor en el Área de Artes Visuales del Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico de Zacatecas en dos ocasiones (2016 y 2017). En 2017 es acreedor a un Premio de Adquisición en la “XII Bienal de Pintura Joaquín Clausell”. Su obra pertenece a diversas instituciones, entre ellas La Universidad de Campeche, La Fundación Pascual, la Fundación Benetton en Italia, la Universidad Stanford en San Francisco, California y el Museo Arthur Rimbaud en Charleville, Francia.
Exposiciones

El baile de los quemados

Ángel Solano nos muestra, esperanzadoramente, que la técnica y la propuesta teórica pueden reconciliarse, en un inquietante trabajo plástico que nos hace reflexionar acerca de la celebración y la muerte, o la muerte y la celebración. Extremos que se tocan en su tierra natal, pero que también se observan en diferentes partes del mundo. Así, frente a la muerte hay dos actitudes: una hacía adelante, que la concibe como creación; otra de regreso que se expresa como fascinación ante la nada o como nostalgia del limbo. Una civilización que niega la muerte, acaba por negar la vida (Octavio Paz, 1950). En países como los nuestros, con tan alto índice de violencia y donde la muerte se vuelve lo cotidiano; la fiesta quizás es nuestra forma de afrontar la muerte que es la otra cara de la vida.

2019

La mayordomía

Óleo y pirocromías sobre tela

120 x 140 cm

2019

El baile de los quemados I o El ataque de los niños rata

Óleo y pirocromías sobre tela

140 x 120 cm

2019

Las fiestas de la incertidumbre V

Óleo y pirocromías sobre tela

140 x 120 cm

2019

El baile de los quemados IV

Óleo y pirocromías sobre tela

80 x 90 cm

2019

El baile de los quemados VI

Óleo y pirocromías sobre tela

90 x 80 cm

2019

El baile de los quemados VII

Óleo y pirocromías sobre tela

90 x 80 cm

2019

El baile de los quemados II

Óleo y pirocromías sobre tela

90 x 80 cm

2019

El baile de los quemados X

Óleo y pirocromías sobre tela

90 x 80 cm

Exposición

Estudio sobre la fiesta

A la vida normal, ocupada en los trabajos cotidianos, encajada en un sistema de prohibiciones, donde se mantiene el orden del mundo, se opone la efervescencia de la fiesta. Es muestra de la cultura y por ende de la identidad cultural, reafirma el sentimiento de formar parte de una comunidad y reproduce simbólicamente la identidad colectiva. Es una celebración cíclica y repetitiva, que contribuye a significar el tiempo y a demarcar el espacio, la estructura y las dimensiones de lo público y lo individual, nos muestra todo un mundo de encuentros y desencuentros, de diálogo y de tensiones a la vez.
Sea cual sea su origen y motivación, irrumpe en el curso de la vida cotidiana y crea otro espacio social, temporal y lúdico, alterando normas y valores, renovándolos y propiciando transformaciones culturales. La fiesta no sólo es participación, es también creación y recreación, nos mueve a un mundo diferente, a una realidad que festeja, juega, ríe, celebra, recuerda, llora y entrelaza el pasado con el presente; transforma el espacio físico y espiritual, y nos lleva a la comunión con el otro. Esta serie pictórica, analiza la relación que el mexicano mantiene con los conceptos fiesta y muerte como analogía de las necesidades humano-espirituales en el contexto global. Amarillos saturados, rojos brillantes, magentas, naranjas y violetas profundos son algunos de los colores que componen la serie Estudio sobre la fiesta.
Apropiaciones conceptuales provenientes de mi acercamiento a la pintura de exvotos y al cotidiano trágico-festivo de mi pueblo natal, Tultepec. Esta serie de 24 piezas, en pequeño y gran formato, cuestionan mi labor personal, es una interrogante teórico- formal de lo pictórico y su naturaleza.
¿Por qué pintar en el contexto actual? Y sobre todo ¿por qué así y no bajo formalismos que enaltecen las cualidades complacientes de la imagen o bajo cánones de abstracciones estériles? La respuesta es simple, la pintura tiene vitalidad. Es una fiesta, un carnaval, entendido como el momento permitido para la corrupción del espíritu y el cuerpo. Ésta pintura parece quemarse, arder en sí misma, inmolarse, como analogía del contexto histórico que nos toca vivir. Su construcción también evoca una autopsia, sus múltiples capas y planos, estructurados bajo diversos tratamientos plásticos que van de la mancha o las veladuras a las pastas más groseras, remiten a la construcción orgánica de los cuerpos, cadavéricas composiciones con cromatismos que estallan como explosiones festivas. Desde un aspecto técnico-formal la serie Estudio sobre la fiesta, es generada por el uso del óleo, como ingrediente principal, mezclado con resina copal. En consecuencia puedo evocar, desde el plano de lo simbólico, la relación que mantiene el mexicano con lo místico y su innegable vínculo con la muerte.

Alma Infante 

ÁNGEL SOLANO: TODOS SANTOS.

La serie reciente de Ángel Solano  titulada Todos Santos nos propone una visión o una re-visión acerca de la tragedia y el peligro que experimentan día a día los artesanos que viven de la pirotecnia, esto es, desde la propia vivencia del pintor a partir de su niñez al crecer en el pueblo de Tultepec en el Estado de México famoso agridulcemente por ser uno de los lugares donde la economía gira alrededor de los fuegos artificiales, así pues Solano se recuerda rodeado de la pólvora entremezclada con la adrenalina en la sangre; esa que sabe cómo lidiar con la muerte a la espalda, que espera impaciente si algo sale mal durante el proceso de la elaboración de las palomas, los toritos, los cuetes etc. No obstante el instinto de supervivencia ha orillado a los habitantes del lugar a negociar con el peligro, para esto encomendándose a los santos más venerados por los mexicanos y en especial al Santo Patrono del pueblo: San Juan de Dios.
Con esta serie Solano ha abierto una herida colectiva que no ha cicatrizado del todo para los habitantes de Tultepec: rescatando documentos del archivo histórico que datan desde el siglo XIX, artículos de los periódicos de nota roja, escuchando testimonios de gente que ha perdido familiares o sus propias imágenes recordadas del antes y después del sitio donde hubo alguna explosión, recordando incluso la muerte de su bisabuela al trabajar en dicha actividad.
El artista retoma la tradición popular del retablito o exvoto pintado utilizando los colores en cierto modo intensos o “chillantes” para dar énfasis a distintos elementos mundanos y así separarlos de lo sobrenatural, partiendo en el momento exacto del penoso trance representado constantemente en las casas; que a la vez son las casetas en donde se venden al por mayor los fuegos artificiales, varas de carrizo y miembros humanos que, al momento de estallar el sitio, vuelan por todos lados como si fueran un pedazo más de la pieza pirotécnica y se entremezclan con las ruinas dejadas después del siniestro.
Todos Santos es una serie que muestra tres aspectos, el primero ser un homenaje a quienes han perdido la vida por la pólvora mostrándonos de trasfondo la fiesta: iniciada en las ferias patronales donde se realizan los enormes castillos y más importante los enormes toros, que una vez al ser llevados en andas por todo el pueblo finalmente se les prende fuego frente a una multitud y la relacionada al día de muertos en la que el consuelo colectivo, aunada la esperanza de sentir la presencia de los fallecidos reconforta a quien padece la perdida. Segundo, son exvotos contemporáneos sin tener un donante conciso; el propio autor ha retomado esa acción a nombre de los que otrora tuvieron vida y ahora son inexistentes en el plano terrenal, mostrándolos al espectador como simples pedazos de carne, en espera de ser reconocidos, al menos, como nuestros semejantes y tercero y verdaderamente importante: toda la serie en su conjunto es el propio agradecimiento del autor, por vivir en esa población y salir ileso de todos los peligros a los cuales ha estado expuesto durante toda su vida, es por así decirlo, un enorme retablo votivo que en lugar de ser colocado junto a una imagen sacra, se nos ofrece a nosotros.
Raúl Cano Monroy 
Grabados

Arthur Rimbaud

“Y desde entonces bogo inmerso en el Poema / De la Mar, infundida de astros y lactescente, / Tragando verdes cielos por donde a veces baja, / Cuerpo arrobado y pálido, un muerto pensativo.” No cabe duda de que estos versos del poema El barco ebrio, escritos por el poeta francés Arthur Rimbaud (1854-1891), guiaron a Ángel Solano en su trabajo creativo desde una edad temprana, cuando el joven artista experimentaba sus primeras dudas existenciales, cuando buscaba la vía que permite superar la desesperación y el cinismo para acceder, a través de ellos, a la trascendencia. Fue entonces cuando descubrió a los poetas malditos franceses y, en particular, a Rimbaud, el vidente, el que supo hacer poesía con imágenes, colores y sensaciones, o que hizo que las mismas imágenes, a veces terribles o sórdidas, se convirtieran en poesía. Estos versos, y muchos otros, se quedaron grabados en la piel de Ángel Solano –y no solo metafóricamente– y nutrieron sus paisajes mentales, sus delirios visuales. Como lo hizo para otro patrono artístico, el santo de los narcos Jesús Malverde –con el que compartió Rimbaud el espíritu aventurero y el haber vivido siempre más allá de las leyes de la razón y de la moral–, Ángel Solano realizó un peregrinaje hasta la tumba del poeta en Charleville Mézières. Esta serie de ocho grabados, “Las fiestas de otoño”. Exvotos para Arthur Rimbaud, se nos aparece como un acto más de devoción y de homenaje hacia el poeta, un punto de conexión entre Francia y México. Ahondando en la línea creativa abierta por sus trabajos anteriores, o sea las pinturas ejecutadas a manera de exvotos que conforman la serie Todos Santos (2015-2016), Ángel Solano sigue explorando las posibilidades del pequeño formato y de una técnica y una imaginería populares: en este caso, el grabado y la representación de las calaveras. El artista nos ofrece interpretaciones libres de varios poemas de Arthur Rimbaud (A la música, Ofelia, El durmiente del valle…), transponiéndolos en una iconografía macabra a la par que satírica que recuerda las producciones de grandes grabadores mexicanos como Manuel Manilla o José Guadalupe Posada. El retrato fotográfico más famoso de Arthur Rimbaud, que contribuyó a la elaboración de un verdadero mito en torno a su persona, se recupera aquí, y su figura juvenil emerge de entre los rayos de luz, en contraste con la proliferación de calaveras anónimas que van cayendo en el olvido. En su poema Vocales, Rimbaud declaraba: “A negro, E blanco, I rojo, U verde, O azul: vocales / Algún día diré su oculto nacimiento: / Negro corsé velludo, la A, de moscas brillantes / Zumbando alrededor de crueles pestilencias, / Golfo umbrío…”. El nacimiento de este universo visual, en cambio, prescinde de los colores: solo nos quedamos con lo oculto, lo visionario, y la tentación de dejarnos caer al abismo. Fanny Martínez Doctora en Estudios hispánicos e hispanoamericanos – Universidad Paul-Valéry Montpellier III (Francia)